Hace un par de años atrás y mientras atendía un paciente indagando respecto a sus hábitos de consumo le pregunté: ¿Hay algún alimento que le caiga mal? A lo que éste rápidamente (contrario a lo que comúnmente ocurre) respondió: “A mí ningún alimento me cae mal” y sin permitirme si quiera levantar la vista prosiguió diciendo: “Y es que lo que me cae mal, no me lo como”. Comprendí entonces que cuando hay conciencia de autocuidado modificar la dieta se hace menos complejo, quién mejor que el mismo paciente para identificar en el caso de alteraciones del tracto gastrointestinal aquellos alimentos o preparaciones que exacerban los síntomas de intolerancia, no es algo que se logre de un día para otro, es el trabajo de mucho tiempo asociando síntomas a ingesta de alimentos, preparaciones, horarios e incluso estado de ánimo. Hoy recuerdo sus palabras y pienso en lo mucho que aprendí de ellas y que desde entonces me han servido para enseñar a mis pacientes a identificar aquellos alimentos que alteran su metabolismo y que se ve reflejado en la presencia de síntomas gastrointestinales, resultado de exámenes de laboratorio o en el cambio de su composición corporal.
Es así cómo he llegado a considerar que la modificación dietaria debe ser siempre individualizada partiendo de una minuciosa pesquisa a los hábitos de alimentación teniendo en cuenta que lo que en algunas personas puede ocasionar intolerancia en otros probablemente no, se hace fundamental indagar no solo por el consumo del alimento sino por la frecuencia en la que es ingerido y la forma como éste es procesado, almacenado e incluso adquirido.
Por lo expuesto anteriormente cuando alguna persona me consulta respecto a lo que debe dejar de comer ya que padece algún tipo de alteración gastrointestinal (por ejemplo reflujo gastroesofágico) desearía tener a la mano una lista de alimentos y pensar que al entregársela su condición mejorará; pero recuerdo entonces al paciente aquel del que les hablé y me doy cuenta de que el trabajo es es más complejo pero que para hacerlo bien es que precisamente nos formamos, atenderlo va requerir mayor dedicación de mi parte y mayor disposición de la suya, pero sin lugar a duda la mejoría se mantendrá en el tiempo llegando el día en que él también me dirá, ningún alimento me cae mal porque lo que me caía mal ya no lo como.
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