Hace poco me resultó inevitable escuchar en la fila del supermercado una conversación entre dos mujeres adultas una de ellas le decía a su acompañante: “me voy a poner a dieta” lo que generó que mi atención se centrara en lo que hablaban, la señora prosiguió diciendo “consulté por un dolor en la rodilla y me dijeron que debía bajar de peso así que mañana mismo empiezo mi dieta”, rápidamente le di un vistazo a su canasto de compra en el cual había cereales de desayuno light, pan integral y bebida diet entre otros alimentos de consumo habitual; su acompañante en tono escéptico comenta: “yo jamás he hecho una dieta y no creo que la haga, me falta voluntad”
Me quedé entonces pensando en la etimología de la palabra Dieta procedente del latín diaeta que significa régimen de vida y que en los últimos años ha sido “satanizada” pensando en ésta como un sacrificio aburrido que le impide comer lo que le gusta a fin de alcanzar un objetivo, es tal el pánico que dicha palabra puede generar en algunas personas que yo misma había optado por evitar utilizarla e incluso en algunas oportunidades le he dicho a mis pacientes la famosa frase que debí escuchar en alguna parte: “no es hacer dieta, es aprender a comer” y es que sin darme cuenta yo misma contribuía a la estigmatización de dicha palabra.
Mi dirigí entonces a quienes seguían siendo mis compañeras de fila en la caja de pago del supermercado y con una sonrisa respetuosa y en tono amable les dije: “disculpen pero no pude evitar escucharlas ya que soy nutricionista y la palabra dieta dicha en voz alta es como si gritaran mi nombre a viva voz, debo aclararles que la dieta no se hace, se modifica y que cuando hablamos de dieta no solo hacemos referencia a la alimentación sino, al régimen de vida y ello implica diversos hábitos, le deseo éxito en su nuevo plan de alimentación, modificar hábitos es un buen comienzo para alcanzar una vida saludable y cuando menos lo imagine se verá reflejado en la disminución de peso siendo éste una consecuencia del cambio y no un objetivo”. Miré a su acompañante y le dije, “créame que lleva toda su vida teniendo una dieta, no se si saludable o no, pero si desea modificarla le puedo ayudar a conseguirlo sin que implique sacrificio alguno o requiera de la voluntad que como usted misma dice, le hace falta”.
Ambas amigas sorprendidas por mis palabras relajaron su rostro después de escuchar la seguridad con la que les hablaba e insistieron en alargar la conversación tratando de indagar por lo que debían o no comer ahora que ambas estaban interesadas en modificar su dieta.
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